Las corbatas no son para el verano

Una vez más,el inefable Bono,vuelve a creerse el dueño del cortijo al querer imponer su particular visión de la sastrería en el Congreso de los Diputados.Bono,ese hombre de intachable pulcritud en la vestimenta,no en sus actos políticos y declaraciones públicas,se la montó, de nuevo,al ministro Sebastián porque éste acudió al Congreso sin corbata.No ha sido el primer agarrón que Bono ha tenido con Sebastián sobre este asunto.

Hablar de Bono y de su comportamiento público,como tercera autoridad del Estado,me cansa porque es tratar de analizar la soberbia,el afán de notoriedad y sus tics autoritarios.Bono necesita que se hable de él, aunque sea para mal.Está tan metido en su papel que se cree el rey de la escena,el primer espada,el cuidador de las esencias patrias,el "elegido",el justiciero,cuando simplemente es un monaguillo trabucaire de rancias y casposas ideas.

Le molesta que no se lleve corbata en el Parlamento y también le molesta condenar la sublevación del 36 bajo la añagaza de un escrito de Azaña.

El insigne Bono es sólo la caricatura de esos demagogos políticos,como un  Lerroux cualquiera,que lo mismo sirve para un roto que para un descosido.

Es indignante que este señor esté tan preocupado de la vestimenta de nuestros representantes públicos mientras vota a favor de que los expresidentes sigan recibiendo cantidades espeluznantes de dinero.

Ya saben,si van al Congreso lleven corbata y "peluquín" como prendas que limpian,fijan y dan esplendor a la Institución,aunque después se legisle en contra de los trabajadores.Ayer,por ejemplo, se aprobó el pensionazo, y sin exigencias de corbata.