"El condenado se sentó en la penumbra. El cura se paseaba lentamente a lo largo de la celda, leyendo en un libro pequeño, de encuadernación negra y flexible, frases que articulaba con cuidado pero que no llevaba a la voz. El condenado emitió contra su voluntad un gemido. Sentía un vacío enorme en el estómago y a la vez un deseo, al que no conseguía dar suelta, de vomitar. 0 le habría gustado comer, comer hasta quedarse sordo para no oírse más. Morir ha de ser ‑pensó‑ como tener hambre y náuseas a la vez. Luego dijo en alta voz:
‑Volvería a ponerme el uniforme del general.
El cura suspendió la lectura y se detuvo para mirarlo con una mezcla de asombro y conmiseración. Después siguió bisbiseando, pero sin moverse, clavado al suelo, mirando a uno y a otro lado de soslayo y luego al libro y otra vez de soslayo, como si alguien pudiera entrar y oír.
El uniforme del general se quita y pone como otro igual.
Primero se lo había puesto Manuel y luego su hijo y después él mismo y luego otros, porque les daba gusto y porque Manuel gritó ¡viva la de‑mocra‑cía! y todos se pusieron a cantar y a beber vino con el uniforme del general y se ensució un entorchado y porque el maestro con un bigote postizo y el uniforme del general parecía un domador de circo y porque el uniforme del general estaba allí entre otras cosas inútiles y para nada serviría si ya no iba a haber generales ni madre que los crió y entonces fue cuando Manuel dijo que a lo mejor los generales no tenían madre y los hacían en una máquina con chapas de gaseosa, aluminio y paja, mucha paja, para que apareciesen con el pecho hinchado por el aire de la victoria y después trajeron un caballo y desfilaron todos y luego nos fuimos a dormir y al día siguiente a trabajar y pronto la merienda se olvidó y nadie supo que estaba puesto en una lista para ser condenados todos por impíos y ateos y por otras cosas que de nosotros mismos ni siquiera sabríamos decir. Y así fue, pues todos fueron apresados y juzgados debidamente por su miserable acción y él ‑pensó‑ no sabía si era el último o el penúltimo en morir, pero por ahí andaba ya la lista y en todo caso para él era el final.
El uniforme del general se quita y pone como otro igual.
Se acordó de Manuel y del maestro y le dio risa y la risa fue como si de nuevo, libre al fin, volviese a andar por los campos comunes, igual que en otros tiempos.
El cura dejó el libro y se puso en oración porque ya se avecinaba la hora y el condenado nada había querido oír. El miró la negra figura recogida sin inquietud. Sacó del bolsillo un lápiz que le habían dado por si quería dejar alguna despedida escrita para su madre o para alguien o para quién y dibujó despacio en la pared los entorchados, el fajín, los ribetes, los oros del uniforme del general Después se puso en pie y meó largamente sobre el traje glorioso hasta quedar en paz."
(El excelente poeta José Ángel Valente fue sometido a Consejo de Guerra en 1972 por el escrito anterior)
(El excelente poeta José Ángel Valente fue sometido a Consejo de Guerra en 1972 por el escrito anterior)
Ana Belén/Dolores
14 comentarios:
Ourense estará siempre en deuda con Valente. Por cierto, su apellido es, en castellano, VALIENTE.
"El uniforme del general se quita y se pone..." mejor que se quite y se queme o algo así.
Valente = Valiente. No podía ser de otra forma.
Un abrazo
Uno de los grandes poetas que dio esa generación de posguerra, la de los 50. Una generación grandiosa pero poco reconocida.
Todos ellos al igual que Valente, sufrieron en su plenitud literaria la terrible censura del franquismo. Y la salvaron con la palabra aunque en ocasiones fuera cercenada.
Salud y República
Pues reconozco que hoy me has ilustrado( no es la primera ni la última vez que lo haces) puesto que desconocía esta ¿anécdota?.
Y posiblemente hoy también lo sería.
Ya se sabe, injurias a la corona, a la bandera o a lo que sea.
Saludos
Tremenda historia. Supongo que no está relacionado directamente, pero imagino que para evitar cosas parecidas prohibieron el carnaval. En el fondo son unos acomplejados, como saben que nadie aceptaría su autoridad y que se burlarían de ella en las fiestas, las prohíben y se imponen con violencia.
Muy bueno, Felipe.
Esta es una pequeña aportación de todo lo bueno que la dictadura nos quitó...
Un saludo!
Terrible!!!. Y peligroso es hoy día en que los uniformes ya se convirtieron en trajes comunes y corrientes y ya no son tan fáciles de distinguir.
Un abrazo grande!!!
Muy oportuna la aclaratoria de Mariajesús.
Los generales deben de estar dignamente con sus uniformes, como están ahora, trabajando para su país y punto...
Salud
Yo mientras leía pensaba, debería de llamarse Valiente, pues mira que si, se llama así,y hace honor a su apellido, menos mal que no lo fusilaron, claro que teniendo en cuenta que corría el año 72 y que el dictador estaba en decadencia, si se lo hacen en los 40 o 50..........
Feliz fin de semana
Este el caso en que el fuerte de la palabra perdura a pesar de todo, excelente nota,
Un gran saludo,
y la sotana que bendice al uniforme, también. Lo que no se quita ni se pone es la piel de un hombre íntegro. Esa se defiende hasta la sepultura
Excelente relato... ¿Dónde están hoy los intelectuales comprometidos? Cuatro o cinco, no más. Vamos pa'trás, está visto.
Muy bueno!
Digno y valiente desenlace.
Imagino el perfil del cura! Mmmmm....
Publicar un comentario