"Un hombre vendía gritos y palabras, y le iba bien, aunque encontraba mucha gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y así pudo vender muchos gritos de vendedores callejeros, algunos suspiros que le compraban señoras rentistas, y palabras para consignas, esloganes, membretes y falsas ocurrencias.
Por fin el hombre supo que habia llegado la hora y pidió audiencia al tiranuelo del pais, que se parecía a todos sus colegas y lo recibió rodeado de generales, secretarios y tazas de café.
-Vengo a venderle sus últimas palabras -dijo el hombre-. Son muy importantes porque a usted nunca le van a salir bien en el momento, y en cambio le conviene decirlas en el duro trance para configurar facilmente un destino histórico retrospectivo.
-Traducí lo que dice- mando el tiranuelo a su interprete.
-Habla en argentino, Excelencia.
-¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada?
-Usted ha entendido muy bien -dijo el hombre-. Repito que vengo a venderle sus últimas palabras.
-Traducí lo que dice- mando el tiranuelo a su interprete.
-Habla en argentino, Excelencia.
-¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada?
-Usted ha entendido muy bien -dijo el hombre-. Repito que vengo a venderle sus últimas palabras.
El tiranuelo se puso en pie como es de práctica en estas circunstancias, y reprimiendo un temblor, mandó que arrestaran al hombre y lo metieran en los calabozos especiales que siempre existen en esos ambientes gubernativos.
-Es lástima- dijo el hombre mientras se lo llevaban-. En realidad usted querrá decir sus últimas palabras cuando llegue el momento, y necesitaría decirlas para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. Lo que yo iba a venderle es lo que usted querrá decir, de modo que no hay engaño. Pero como no acepta el negocio, como no va a aprender por adelantado esas palabras, cuando llegue el momento en que quieran brotar por primera vez y naturalmente, usted no podra decirlas.
-¿Por qué no podré decirlas, si son las que he de querer decir? -pregunto el tiranuelo ya frente a otra taza de café.
-Porque el miedo no lo dejará -dijo tristemente el hombre-. Como estará con una soga al cuello, en camisa y temblando de terror y de frio, los dientes se le entrechocaran y no podrá articular palabra. El verdugo y los asistentes, entre los cuales habrá alguno de estos señores, esperarán por decoro un par de minutos, pero cuando de su boca brote solamente un gemido entrecortado por hipos y súplicas de perdón (porque eso si lo articulará sin esfuerzo) se impacientarán y lo ahorcarán.
-Es lástima- dijo el hombre mientras se lo llevaban-. En realidad usted querrá decir sus últimas palabras cuando llegue el momento, y necesitaría decirlas para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. Lo que yo iba a venderle es lo que usted querrá decir, de modo que no hay engaño. Pero como no acepta el negocio, como no va a aprender por adelantado esas palabras, cuando llegue el momento en que quieran brotar por primera vez y naturalmente, usted no podra decirlas.
-¿Por qué no podré decirlas, si son las que he de querer decir? -pregunto el tiranuelo ya frente a otra taza de café.
-Porque el miedo no lo dejará -dijo tristemente el hombre-. Como estará con una soga al cuello, en camisa y temblando de terror y de frio, los dientes se le entrechocaran y no podrá articular palabra. El verdugo y los asistentes, entre los cuales habrá alguno de estos señores, esperarán por decoro un par de minutos, pero cuando de su boca brote solamente un gemido entrecortado por hipos y súplicas de perdón (porque eso si lo articulará sin esfuerzo) se impacientarán y lo ahorcarán.
Muy indignados, los asistentes y en especial los generales, rodearon al tiranuelo para pedirle que hiciera fusilar inmediatamente al hombre. Pero el tiranuelo, que estaba-pálido-como-la-muerte, los echó a empellones y se encerró con el hombre, para comprar sus últimas palabras.
Entretanto, los generales y secretarios, humilladísimos por el trato recibido, prepararon un levantamiento y a la mañana siguiente prendieron al tiranuelo mientras comía uvas en su glorieta preferida. Para que no pudiera decir sus últimas palabras lo mataron en el acto pegandole un tiro. Después se pusieron a buscar al hombre, que había desaparecido de la casa de gobierno, y no tardaron en encontrarlo, pues se paseaba por el mercado vendiendo pregones a los saltimbanquis. Metiéndolo en un coche celular, lo llevaron a la fortaleza, y lo torturaron para que revelase cuales hubieran podido ser las últimas palabras del tiranuelo. Como no pudieron arrancarle la confesión, lo mataron a puntapiés.
Los vendedores callejeros que le habían comprado gritos siguieron gritándolos en las esquinas, y uno de esos gritos sirvió más adelante como santo y seña de la contrarrevolución que acabó con los generales y los secretarios. Algunos, antes de morir, pensaron confusamente que todo aquello había sido una torpe cadena de confusiones y que las palabras y los gritos eran cosa que en rigor pueden venderse pero no comprarse, aunque parezca absurdo.
Y se fueron pudriendo todos, el tiranuelo, el hombre y los generales y secretarios, pero los gritos resonaban de cuando en cuando en las esquinas."
(Historias de Cronopios y de Famas/Julio Cortazar)
15 comentarios:
Intemporal Cortázar. ¡Menos mal que él nos regaló sus palabras!
Un saludo, Felipe!!
Magnífico Cortazar. Siempre presente. Hay que releerle de vez en cuando. ¡Vale la pena!
Salud y República
Y vigente.
Los tiranuelos ahora se llaman mercados y el FMI, el BCE y la UE, son los generales y los secretarios.
saludos
Vaya por Dios, Cortázar. Favorito entre mis favoritos, sin duda alguna. Rayuela me ha marcado de por vida. Felipe, qué placer leerte.....
Los cabezas coronadas pueden cambiar de corona, pero nunca de testuz.
La impunidad, siempre para los poderos capaces de sembrar el terror y cargarse economìas. Eso si, siempre patritas.
Muy buen tratado
Saluds
Poco de realismo mágico, mucho de utopía, pues esperar que los tiranos terminen con una soga al cuello, temblando de miedo y sin poder apenas pronunciar unas palabras que les den algo de la dignidad que nunca mostraron en vida, es un verdadero sueño. Ojalá este cuento se hiciese realidad.
Un saludo.
No conocia el cuento,tiranos nunca faltan y los gritos cada vez resuenan menos,saludos.
Extraordinario Cortazar. Como siempre pero hoy muy bien traido.
Aunque tarde siempre llego. Besos ya en viernes
Una historia magnífica. La leí hace tanto tiempo que no la recordaba. Cortázar es una fuente de sabiduría.
Tampoco yo conocía el cuento. Lo que me recuerda que debería leer algo de Cortazar, del cual me han hablado muy bien varias personas.
Feliz finde.
Una lectura de calidad. Necesito tiempo para leer a Julio Cortázar con calma, como se merece.
Salu2
Gracias por traerlo aquí, moraleja no se pero miga tiene mucha, vaya que si
Feliz fin de semana
• Existirán tiranos en tanto los señores del mercado, que pastorean a los señores de la guerra, lo deseen... a no ser que gritos sonoros, o callados, se alcen por doquier.
• Salud
CR & LMA
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